Cito titular de periódico:
Los ganaderos "al límite": la superpoblación de lobos acaba con el pastoreo.
Cito otro titular:
El lobo debería volver a ocupar todos los territorios de los que ha sido extirpado.
No hay que ser un genio para ver que aquí tenemos un debate y un enfrentamiento entre los biólogos y los ganaderos.
Unos dicen que el lobo es necesario para mantener el equilibrio de los ecosistemas y que su reducción puede suponer un problema aún mayor que el que causan los ataques al ganado.
Otros ven como el lobo mata a su ganado y no pueden hacer nada, lo cual evidentemente repercute en su bolsillo.
Todo lo que tiene que ver con sistemas tan amplios y tan complejos, como lo es el medio ambiente es un debate muy complicado, especialmente porque las posibles consecuencias no se ven en el corto plazo. Y no olvidemos que el cerebro de los humanos el largo plazo no le va mucho.
Sea como sea, aquí hay un problema. Un Problemón.
Porque a los lobos les da igual que nosotros queramos comer nuestro quesito semicurado. Ellos también quieren comer.
Por lo tanto tenemos lo que se llama un conflicto de intereses. El lobo quiere una cosa, y el ganadero quiere otra muy distinta.
Los intereses del lobo y del ganadero están tan desalineados como los que puedan tener los bancos contigo. De hecho el interés de un banco comercial es el interés contrario al tuyo.
Y es que guardar parte de tus ahorros en una cuenta corriente puede tener sentido. Ya sabes, dinero facilmente accesible por si hubiera que echar mano de él.
Guardar TODO tu dinero en un sucio banco es de ser un psicópata financiero
No puedes dejar todo tu patrimonio en manos de un banco. Un banco que no está alineado con tus intereses, igual que el lobo y el pastor.
Además de esto, y aunque hay una regulación bancaria que en principio te protege, yo no me fiaría. Si las cosas se ponen muy muy feas, el Estado podría embargar tus cuentas por “el bien común”.
Puedes pensar que esto hoy en día es imposible, y la verdad es que es muy improbable, pero no imposible, de hecho ha pasado otras veces. Los famosos corralitos:
Hay más casos pero creo queda la idea clara.
O sea que por una parte tus intereses no son los mismos que los del banco, y por otra parte, ante situaciones negras no hay garantía de que tu dinero esté a salvo.
Y queda la tercera parte:
Tu dinero desaparece sin que te des cuenta
Si tienes tu dinero ahí parado estás renunciando a hacer crecer tus ahorros con la capitalización compuesta. O sea que estás palmando dinero sí o sí porque la inflación es un martillo pilón del que nadie escapa si no haces algo con tu biruta.
Por lo tanto el consejo aquí es que el banco está bien para guardar algo de dinero. Dinero para funcionar el día a día y para posibles emergencias. Pero no para guardar todo tu patrimonio.
¿Cuánto deberías dejar en el banco? Lo que consideres, con lo que te sientas cómodo. No es lo mismo si estás soltero que si tienes tres personas a tu cargo.
Hay gente que deja 6 meses de gastos y otros dejan 2 años de gastos. Aquí lo que sea cómodo para ti. ¿Qué puedes hacer con el resto? Pues no tenerlo parado. Y hay infinitas opciones:
Lo que sea que vaya contigo, pero que no esté parado para que la subida de precios no se lo coma.
Y ya, ya sé que el precio de unas acciones se puede hundir, que un fondo o un ETF puede ponerse en negativo durante varios años o que una inversión inmobiliaria puede salir fatal y darte quebraderos de cabeza…
Claro que todo eso puede pasar, pero haciendo las cosas con un mínimo de sentido común en el largo plazo ese riesgo tiende a 0.
Y siempre será mejor eso que vender tu alma a un banco o que dejar tu dinero “parado” perdiendo poder adquisitivo día a día.
El resumen, lo tuyo es tuyo, lo que tanto te ha costado conseguir es tuyo, y tu deber sería protegerlo. Y ahí no deberías permitir que ningún listillo, llámese banco, llámese político, llámese lo que sea te lo robe.
Si quieres aprender de manera gratuita cómo poner tu dinero a trabajar puedes echar un ojo. A bastante gente le gusta, lo que no hay es garantía de que te vaya a cambiar la vida. Pero quién sabe...